En opinión del psiquiatra Mario Torruco : “El optimismo, o ver las cosas desde un punto de vista positivo, puede ser una cualidad con la que nacemos o algo adquirido a lo largo de la vida. Puede ser uno de nuestros rasgos de personalidad o una forma aprendida de enfrentar las circunstancias de la vida, en otras palabras: el optimista nace y se hace”.
Según este experto, en general, las personas que tienen altos niveles de optimismo y esperanza suelen salir fortalecidos ante situaciones estresantes e incluso dolorosas. Por ese motivo, cuando los resultados de algo no son los esperados, el optimista no se deprime con tanta facilidad como el pesimista.
Esto tiene que ver, según Torruco, con uno de los preceptos fundamentales de una de las escuelas psicológicas más importantes: la cognitivo-conductual. “Nuestros pensamientos pueden cambiar las emociones y viceversa. En el caso del optimista, cuando se enfrenta a un fracaso, entra en un círculo virtuoso cognitivo, más o menos como este: ‘podré salir de este bache, luego me irá mejor y así me sentiré emocionalmente mejor’. En cambio, el pesimista, probablemente caiga en un círculo vicioso cognitivo de la siguiente manera: ‘este fracaso prueba que todo me saldrá mal, esto me hace sentir triste’.
El psiquiatra Rojas Marcos apunta que el optimismo puede ser innato o aprendido, y que se puede conseguir con entrenamiento. En su libro La fuerza del optimismo habla, incluso, de sociedades o épocas históricas más optimistas que otras. De hecho, que nazcamos con una predisposición a ver la botella medio llena no quiere decir que al crecer en un ambiente negativo la conservemos. Lo mismo sucede con los fatalistas natos, que son capaces de desarrollar un temperamento optimista si viven en un ambiente propicio. Aprender a sentir y pensar en positivo es una inversión sumamente rentable para enfrentarse a la adversidad y ser felices.
Se recomienda vivir la vida con entusiasmo. “Una persona entusiasta tiene mayor probabilidad de encontrar soluciones a un problema, pues buscará formas de resolverlo; al contrario, un pesimista, como piensa que nada saldrá bien y que cualquier cosa que haga no resultará, no se moverá, es decir, no hará nada”.
Algunos estudios confirman que la gente que afronta la vida con optimismo vive mucho más que la que ve su presente y futuro con pesimismo. “Los optimistas viven más años, pues tienen menor riesgo de enfermedades cardíacas y aumentan sus defensas. No necesariamente cometerán excesos, no confundamos optimismo con impulsividad o imprudencia; esas son otras dimensiones de la personalidad”.
De esta íntima relación entre la psique y el cuerpo se ocupa una ciencia emergente, la psiconeuroinmunología, que establece un nexo entre la actividad neuronal y el estado de fortaleza del sistema inmunológico.
Los rasgos de la personalidad dependen del entorno social en el que se mueva la persona. El optimista no está solo. Es más probable que tenga una mayor red de apoyo. Es decir, comparte , “más amigos o más gente a la que acudir en caso de necesidad”.